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Europa busca oxígeno comercial mientras España mide el impacto en su economía

La política europea vuelve a girar en torno a Washington. La Comisión Europea presentó en Bruselas los detalles del nuevo entendimiento con la administración de Donald Trump, un pacto que busca evitar una guerra comercial abierta y que tendrá consecuencias directas para las economías del bloque, incluida España.

El acuerdo establece que los aranceles a medicamentos, semiconductores, madera y otros productos estratégicos no superarán el 15%, una cifra sensiblemente menor a la amenaza inicial de Trump de elevarlos hasta un 250%. Además, se pactó un sistema de arancel cero en sectores clave como aeronaves, productos químicos específicos y materias primas críticas. Sin embargo, artículos de gran valor para países mediterráneos, como los vinos y licores europeos, no escaparán de la imposición del 15% en el mercado estadounidense, un golpe especialmente duro para España, uno de los principales exportadores.

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Otro punto de fricción se mantiene en la industria automotriz: Washington solo reducirá los gravámenes a los vehículos europeos del 25% al 15% si Bruselas elimina sus propios aranceles sobre productos industriales estadounidenses y parte del sector agrícola. El jefe comercial europeo, Maros Sefcovic, reconoció que el compromiso obligará a los Veintisiete a tomar decisiones rápidas y delicadas.

La política energética también ocupa un lugar central. Europa se compromete a incrementar sus compras de gas natural licuado y petróleo estadounidense, en un intento de reducir la dependencia del suministro ruso y reforzar la seguridad energética. Bruselas habló de una cifra “histórica” que rondaría los 750.000 millones de dólares en tres años, aunque sin dar un número exacto en la presentación oficial.

Para España, que atraviesa un proceso de transición energética y que busca reforzar su papel como hub gasístico en el Mediterráneo, esta decisión implica tanto oportunidades como desafíos. La importación de energía estadounidense podría abaratar costes, pero también condiciona la soberanía energética europea a la estrategia de Washington.

En el plano tecnológico, el acuerdo prevé la compra de chips de inteligencia artificial por valor de 40.000 millones de dólares, una inversión que beneficiará a las grandes industrias europeas, aunque mantiene la dependencia respecto a los proveedores estadounidenses.

Mientras tanto, sectores clave como el acero y el aluminio contarán con un sistema de cuotas y reducción de aranceles, en un esfuerzo por contener la sobrecapacidad global, especialmente la procedente de China.

El reto político ahora se traslada a las capitales europeas. Bruselas necesita convencer a los Estados miembros de que este acuerdo no es solo un freno a una guerra comercial, sino un marco de previsibilidad en un contexto de incertidumbre global. Para España, que observa de cerca cómo sus exportaciones agroalimentarias y vinícolas quedan expuestas, el pacto se percibe con cautela: una mezcla de alivio temporal y preocupación por las cesiones a Washington.

SOBRE-001 Europa busca oxígeno comercial mientras España mide el impacto en su economíaAlfredo Rosell G .

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