Dos años de la fuga de Vladimir Cerrón: el prófugo que desafía al Estado
Han pasado ya dos años desde la fuga de Vladimir Cerrón, exgobernador de Junín y líder político de Perú Libre, quien se mantiene en calidad de prófugo de la justicia. Desde aquel 6 de octubre en que se dio a conocer su desaparición, ningún ministro del Interior ni de Justicia del actual gobierno ha logrado ubicarlo ni detenerlo. A pesar de la orden de captura vigente, Cerrón sigue mostrando actividad en redes sociales, opinando sobre la política nacional como si nada ocurriera, lo que ha encendido la indignación de gran parte de la ciudadanía.
Durante este tiempo, la sensación general es que el Estado ha sido incapaz de actuar o, peor aún, que existe un presunto blindaje político que impide su captura. Las constantes rotaciones ministeriales, la falta de operativos visibles y las respuestas evasivas desde el Ejecutivo refuerzan la idea de una protección encubierta a un personaje que, a pesar de ser condenado, sigue influyendo en el debate público.
A lo largo de estos dos años, el gobierno ha demostrado una preocupante pasividad. No se ha emitido una declaración clara ni se han mostrado resultados concretos sobre las investigaciones que podrían llevar a su paradero. Esta inacción ha generado malestar en la población, que percibe una ausencia total de voluntad política para hacer cumplir la ley.
Vladimir Cerrón, desde su clandestinidad, ha mantenido presencia en el escenario político a través de mensajes y publicaciones, mostrándose desafiante y evidenciando que no teme a la justicia peruana. Mientras tanto, la presidenta Dina Boluarte afronta una de las tasas de desaprobación más altas de la historia reciente, lo que agrava la percepción de un gobierno débil, incapaz de garantizar el orden interno ni de enfrentar a quienes burlan al sistema judicial.
Muchos ciudadanos se preguntan si detrás de esta impunidad hay temor o conveniencia. ¿Posee Cerrón información comprometedora que lo protege? ¿O simplemente hay un desinterés institucional que permite su libertad? Las preguntas siguen abiertas, y las respuestas, ausentes.
Lo cierto es que el caso Cerrón se ha convertido en un símbolo de la ineficiencia del Estado peruano, donde las leyes parecen aplicarse solo a algunos, y donde un prófugo puede seguir opinando sobre política sin consecuencia alguna.
A dos años de su fuga, la justicia sigue esperando. El tiempo pasa, los ministros cambian, los anuncios se repiten, pero el prófugo continúa libre. Y mientras eso ocurra, la confianza ciudadana en las instituciones seguirá desmoronándose, víctima de la impunidad y del silencio cómplice del poder.
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